En los campos de la arquitectura y el diseño, el color juega un papel fundamental e imprescindible ya que constituye una de las herramientas más valiosas.
Un color es capaz de comunicar un estado de ánimo, puede expresar lo alegre y lo triste, lo exaltado y lo tranquilo, consigue transmitir sentimientos, todos hemos experimentado esa sensación de frío al entrar en una habitación teñida de azul o el calor de un cuarto de paredes rojas. El color nos estimula o nos apaga, nos proporciona información. No es casualidad la franja azul que aparece en nuestros grifos y nos advierte de que al girar el mando hacia su lado el agua saldrá fría y hacia su opuesto saldrá caliente, al contrario, nos lo está poniendo fácil, podemos obviar nuestra decisión tan sólo mirando a la manija, es inmediato.
El mundo del color y su psicología es apasionante y muy extenso, existen infinidad de estudios y experimentos, pero no os hablaré de Kazimir Severínovich Malévich y su “compleja” obra, ni de Josef Albers, ni de la Gestalt, no os aburriré con eso, tampoco sabría. Me centraré de una manera muy superficial en un único color, ese color que parece no serlo, ese color acromático que parece estar por definir.
Infinidad de adjetivos asaltan nuestra cabeza cuando pensamos en cómo describir el color blanco. Puede que un comienzo adecuado sea entender el porqué lo elegimos para ciertas cosas y cuáles son esas cosas, os animo a ello.
Una de las características más interesantes de éste color es la forma en que este pigmento modera la luz. Su claridad máxima y oscuridad nula. El blanco posee la cualidad de ampliar visualmente un espacio que parecía estrecho o hacer brillar una habitación oscura con tan sólo un haz de luz.
El color blanco conforma espacios neutros en los que todo lo demás resulta protagonista. Son los objetos y las personas con sus colores y ropas los que tiñen y visten el lienzo blanco que los contiene.
Difumina los límites. Las piezas blancas se funden con la luz que los cubre y crean ambientes de serenidad y tranquilidad.
Es el color de la pureza, de la abstracción, un color abierto y a completar. Suele relacionarse con la idea de vacío, con la ausencia de sentimientos y en este sentido el blanco es, junto con el gris, el color de la insensibilidad. La pureza y la limpieza también están asociadas al color blanco, todo aquello que consideramos higiénico suele estar relacionado con este color. Sobre él se puede ver cualquier mancha, lo que nos facilita la información sobre el grado de limpieza de cualquier cosa.
Al contrario de toda apariencia, el blanco no sólo es un color, sino que es la suma de todos ellos. Pero a mí, lo que más me gusta de este color es que lo pinto cómo yo quiero.
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“Por lo general, se admite que las más bellas cualidades de un color son en su estado transparente, aplicado sobre un fondo blanco con la luz que brilla a través del color”.
Maxfield Parrish